La renta básica universal, en fase de pruebas en diferentes países
En diferentes lugares del mundo se ensayan programas piloto y se estudian iniciativas para la implantación de una Renta Básica Universal (RBU), un concepto que empezó a sonar para el gran público hace unos años, al principio como una cosa de locos, pero que poco a poco va tomando cuerpo como una de las soluciones útiles ante la desigualdad que cada vez es más patente en nuestra sociedad. El debate hoy en día está encima de la mesa.
Solo en Europa se estudian medidas de este tipo en Finlandia, Escocia, Utrecht (Holanda), Reino Unido e Italia. En España también ha sido puesta en marcha una prueba piloto para ensayar diversas fórmulas de una renta municipal de inserción. Este ensayo, llamado proyecto piloto B-Mincome, va a permitir comprobar su eficacia y si desincentiva o no el acceso al mercado laboral. Se ha puesto en marcha en los barrios de Eix Besòs, una de las zonas más pobres de Barcelona.
Ontario (Canadá), Stockton (California), Kenia y la India son otros ejemplos que están estudiando y haciendo pruebas con esa renta universal.
Con una renta básica universal la parte de la ciudadanía que es más vulnerable y que está siendo excluida del mercado de trabajo, a causa de la robotización y de la transformación digital, podría respirar aliviada al tener cubiertas unas necesidades básicas.
Al mismo tiempo existen muchas actividades no remuneradas que emplean a personas durante jornadas enteras, como el cuidado de familiares, ya sean niños, mayores o personas enfermas, que con una renta básica universal verían compensados de alguna forma tantos esfuerzos.
No obstante, no faltan los detractores, que aseguran que realmente no hay ningún país que la haya instaurado y que la ponga en práctica. Así que no existe ninguna prueba sólida y prolongada en el tiempo que aconseje introducirla. NO existe certeza alguna sobre su viabilidad
Para que este sistema se pudiera financiar, argumentan los contrarios a esta medida, haría falta un sistema que tuviera muchos ricos y pocos pobres. Pero las economías occidentales no son así y requerirían impuestos mucho más altos que generarían problemas de tipo político y económico.
En el otro extremo los partidarios de esta medida señalan que se trata de un debate ético y no econométrico que no debe someterse a examen, de la misma forma que no necesita justificarse la erradicación de la pobreza.